EL MAESTRO ENSEÑA, APRENDE,
DIALOGA Y CONVENCE CON LA PALABRA
Aprender a pensar
Infancia y Sociedad
Infancia y Sociedad
Andrea Bárcena. La Jornada, sábado 20 de agosto de 2016
En el diseño y planeación de una educación básica realmente moderna,
los contenidos temáticos son lo menos importante. Lo fundamental es definir
prácticas y estrategias para desarrollar capacidades intelectuales, emocionales
y plásticas del cerebro.
Parafraseando a Picasso, decimos que los niños son geniales, pero difícil es
que su genialidad sobreviva a las prácticas nefastas de la escuela tradicional,
que aplanan y cuadriculan mentes, apagan brillantes miradas y extinguen la
capacidad de asombro. Para estimular la inteligencia, lo recomendable es no
saturar a los alumnos de asignaturas y temas preseleccionados; no agobiarlos con
tareas ni exámenes inútiles. Eso no da buenos resultados.
En cambio, son cada vez más reconocidos los beneficios de la filosofía
escolar, que no significa enseñar historia de la filosofía ni teorías de los
grandes pensadores, sino la oportunidad de
filosofar: construir preguntas, buscar respuestas, saber escuchar a los otros, aprender a exponer ideas y saber intercambiar puntos de vista con el profesor y los demás alumnos. Así nos sorprendemos al constatar que los niños, aun los pequeños, tienen opiniones propias sobre el amor, la guerra, el miedo, el dinero o la belleza.
Muchas investigaciones –como la realizada en Reino Unido por la Fundación
para Dotaciones Educativas– han demostrado que talleres semanales de filosofía a
pequeños de 4 a 9 años de edad empiezan a dar resultados asombrosos a los dos o
tres meses de iniciados: mejoran comprensión lectora, habilidades en
matemáticas, lenguaje y la capacidad de expresarse. Con esos talleres aprenden a
razonar (la memorización queda en el mínimo papel que debe corresponderle) y
hacen un uso mayor de sus capacidades intelectuales que, a fin de cuentas, son
la mejor arma que tenemos los humanos para caminar por la vida.
Por su parte, el programa británico Philosophy for Children certificó que los
niños mejoran la autoconfianza, la comprensión de la realidad, su vocabulario y
su capacidad argumentativa. Los fundamentos de estas prácticas están desde luego
en los viejos –pero nunca anacrónicos– diálogos socráticos. Montaigne y Locke
propusieron dialogar filosóficamente con los niños, pero no fue hasta el siglo
XX cuando el estadunidense Matthew Lipman sistematizó la cuestión y creó una
colección de diálogos socráticos para filosofar desde prescolar al bachillerato.
A través de los talleres de filosofía, hoy miles de niños en el mundo aprenden a
pensar, en vez de aprender a memorizar, obedecer y responder exámenes, como
quiere la pedagogía capitalista.
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