jueves, 3 de noviembre de 2016

LA LUCHA DEL CEU PARÓ REFORMAS PARA AUMENTAR COBROS EN LA UNAM

 

EL MAESTRO ENSEÑA, APRENDE,  

DIALOGA Y CONVENCE CON LA PALABRA
Discutir la transformación de esa casa de estudios en un congreso, otro de sus logros
La lucha del CEU paró reformas para aumentar cobros en la UNAM
A 30 años del movimiento realizan mesa redonda
Adolfo Gilly, entre los participantes
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Sergio Zermeño, Humberto Muñoz, Renata Marsiske, Adolfo Gilly e Imanol Ordorika, durante la mesa redonda efectuada en la Hemeroteca NacionalFoto Carlos Ramos Mamahua
Emir Olivares Alonso. Periódico La Jornada. Viernes 28 de octubre de 2016, p. 39
El movimiento que hace 30 años encabezó el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) fue exitoso, pues detuvo una serie de reformas que atentaban contra la práctica gratuidad en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y logró que se realizara un congreso en el que la mayoría de los sectores discutieron la transformación de esa casa de estudios.

En ello coincidieron los participantes de la mesa redonda La fuerza de la razón. El CEU a 30 años, que se realizó ayer en el auditorio José María Vigil de la Hemeroteca Nacional, en Ciudad Universitaria.

El profesor emérito de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Adolfo Gilly, afirmó que el movimiento del CEU en 1986 y 1987 representó la oposición contra la imposición de cuotas en la universidad.

Era defender un principio sustantivo de la República: la gratuidad de la educación en todos sus niveles, que no sólo es un deber del Estado, sino una misión de la República.

Gilly, quien hace 30 años fue uno de los académicos asesores del CEU, recordó que gracias a la sensibilidad de las autoridades universitarias, encabezadas por el entonces rector Jorge Carpizo, se pudo abrir un diálogo público en el que ambas partes expusieron sus argumentos.

Consiguieron mantener el pase reglamentado

En ese diálogo los jóvenes dieron una respuesta racional a la crisis, al demandar que no hubiera imposición, sino que se les escuchara y tomara en cuenta, pero ante todo defendieron la gratuidad de la educación y que se mantuviera el pase reglamentado.

El movimiento trascendió las instalaciones universitarias, y parte de los que participaron en él se sumaron al apoyo de la candidatura presidencial de izquierda en 1988, la de Cuauhtémoc Cárdenas por el Frente Democrático Nacional, afirmó.

“La crisis estalló cuando el Ejecutivo federal dio un golpe de Estado en las elecciones de ese año y quitó la elección a la candidatura ganadora e impuso a quien el poder había decidido (…) Este golpe no fue contra un candidato, fue contra un país y contra un sueño, el sueño de que iban a volver los tiempos del general Lázaro Cárdenas.”

Hoy, alertó el académico, se vive un nuevo ataque contra la educación con la imposición desde el poder de la reforma educativa, con la que quieren arrasar con la escuela normal, que es la raíz del sistema. Es ahí donde se aprende cómo enseñar, cómo tratar a los niños, y eso no lo puede medir ninguna pinche evaluación que quieran poner. La razón del Estado quiere volver a imponerse sobre la razón de la inteligencia.


Por ello, y en un país en crisis de sangre, fosas, ejecutados y desaparecidos, como el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa, para el que pidió esclarecimiento, llamó a seguir el ejemplo del CEU y realizar un congreso nacional educativo, en el que participen todos los involucrados en el sistema, particularmente los maestros.

Humberto Muñoz, quien fue parte del equipo de la rectoría de la UNAM durante los diálogos públicos con el CEU, señaló que el movimiento triunfó porque permitió que esta institución siguiera siendo pública, como lo es hasta hoy.

Uno de los aciertos del CEU, precisó, es que convocaron a asesores universitarios de gran prestigio académico, lo que le dio al movimiento enorme credibilidad.

Consideró que el documento de Carpizo tenía muchos puntos rescatables, particularmente porque asentaba que la UNAM está hecha para alimentar un proyecto nacional que sea capaz de crear una nación más justa y libre.

En la mesa también participaron Imanol Ordorika, quien fue uno de los líderes del CEU; Renate Marsiske y Sergio Zermeño, de los institutos de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación y de Investigaciones Sociales, respectivamente.

Ordorika destacó que el CEU fue un movimiento de hijos y nietos del 68, y estaba siempre presente como referente histórico. Admitió que aun cuando a la rectoría de Carpizo le costó trabajo aceptar el diálogo público, éste se instaló. Y justo esta etapa de la lucha fue el punto máximo de acumulación de fuerzas del consejo.

Se trató de un movimiento exitoso, con el que se consiguió la práctica gratuidad de la universidad, e incluso en el proceso de designación de rector del año pasado, los 16 aspirantes defendieron el no incremento de cuotas; también se logró realizar el congreso universitario, y muchos de esos jóvenes se incorporaron a la política nacional. Uno de los pendientes, subrayó, es el paso para la democratización en la elección de autoridades universitarias.

Entre los asistentes estuvo Antonio Santos, también líder del CEU, quien difirió en la idea de que Carpizo haya sido sensible para instalar el diálogo. Lo hubo, pero no fue concesión de ellos, sino un puente para encontrar una salida honrosa a la situación que ellos mismos habían generado.


Participantes del movimiento llevan su reflexión a las elecciones de 1988 y al posterior fraude
Que no hubo represión y conservar la gratuidad en la UNAM, victorias del CEU
Arturo Sánchez Jiménez y Emir Olivares Alonso. Periódico La Jornada. Jueves 3 de noviembre de 2016, p. 34
Cuando valoran los alcances del movimiento del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) de 1986, muchos de los que estuvieron en éste llevan sus reflexiones a lo que pasó después, a la elección presidencial de 1988, al fraude electoral y al México de hoy, en el que no ven democracia.
Para ellos, el movimiento estuvo ligado a un reclamo de la sociedad por participar. Y piensan que sus mayores victorias son que no hubo represión y que se conservó la gratuidad de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Andrea González era alumna de la Preparatoria 4 y ahora dirige el programa de VIH/Sida de la Ciudad de México. Tiene críticas de lo que pasó con algunos integrantes del CEU después del movimiento, pero piensa que culpar en lo individual a alguien de la horrible situación de nuestro país y de su clase política es absurdo. El que estaba del otro lado de la mesa de negociación, el PRI, tiene más responsabilidad en el desastre que tenemos.
Ernesto Ruiz, quien era alumno de la Facultad de Ingeniería en la época del CEU, recuerda que en algún momento uno de los líderes del movimiento habló de una república ceuista. Se refería, creo, a una serie de valores que nos impulsaban y que creíamos necesarios para conseguir un país democrático.
Para uno de los líderes del CEU, Imanol Ordorika, de 58 años, aquel movimiento estudiantil tuvo como mayor logro el que no se repitiera la represión de 1968 y que el CEU de alguna manera perfiló las condiciones del México que se abriría con más claridad en la campaña presidencial de 1988 y los años por venir.
Cree que los estudiantes demostraron que tienen capacidad de acción y reflexión, y que su presencia fresca, su politización renovada, sus formas de organización, representan parte de la esperanza del México que se puede construir.
Antonio Santos, de 55 años, quien fue otro de los líderes y entonces era estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras, cree que la victoria fundamental del CEU fue un asunto cultural. Ganamos la discusión sobre la gratuidad de la universidad. Hoy todos, hasta los funcionarios, la reivindican. Aunque no lo logramos sólo nosotros, sino también, con sus bemoles, el Consejo General de Huelga en 1999-2000.
Nadie, dice Santos ahora dedicado a la política, tiene garantizado que la “gratuidad se conservará en la UNAM para siempre. Cuando pase algo, tendrán que ser los estudiantes de ese momento los que salgan a pelear.
Leyla Méndez, quien fue representante de la Preparatoria 5 en los diálogos públicos entre el CEU y rectoría hace 30 años, asegura que aquellos universitarios fueron una generación de poder. Una de las cosas que deja el CEU es la no estigmatización a los movimientos universitarios. Es el poder entender que hay muchos puntos de vista, que hay que escucharlos, analizarlos en su justa dimensión y que las diversas materias que puedas tomar en la universidad te permiten ampliar tu espectro de conocimiento y no te convierten en un ser monotemático, eso también te permite establecer otros niveles de reflexión.
Julio Sacristán, quien era estudiante de la Facultad de Ingeniería, afirma que mediante ese movimiento conocimos una universidad totalmente diferente. Antes íbamos a estudiar a ella, pero en el movimiento conocimos a las personas, a los profesores, y la legislación, la historia, y la función de la UNAM.
Al paso de tres décadas, Maru de la Garza, quien era representante ante el CEU de la Escuela Nacional de Artes Plásticas y actualmente es profesora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, señala que en el país aún se debe construir la visión de que las instituciones pertenecen a todos y no sólo a un sector.
Ejemplifica: La UNAM es de todos, no sólo de los estudiantes. Es como el caso del auditorio Che Guevara, donde un grupo se autoproclamó prácticamente su dueño, y no pasa nadie más. No, la universidad es de los estudiantes, sí, pero también de las autoridades, de los profesores, de los trabajadores. Eso es algo que en México no hemos terminado de construir, el que las cosas son de todos.

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