En los últimos 37 años, el poder de
compra de los académicos de la UNAM ha venido en picada como
consecuencia de los constantes topes salariales y de la profundización
de la diferenciación salarial. Los bolsillos más resentidos son los de
los profesores de asignatura, quienes representan el 58 por ciento del
total de la planta docente universitaria. Sus ingresos, a destajo, se
han deteriorado en más de 70 por ciento de 1977 a 2014. A finales de
enero pasado, un grupo de académicos entregó a la Rectoría universitaria
una carta en la que, entre otras cosas, le solicitan un incremento
salarial del ciento por ciento para los profesores de asignatura. A
decir de Bertha Rodríguez, secretaria General de la AAPAUNAM, las
demandas contenidas en ese pliego son “inalcanzables”
El salario de quienes imparten cátedra en
la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha perdido poder de
manera sostenida. Para el caso de los profesores de asignatura, quienes
representan el 58 por ciento del total de la planta docente de esa casa
de estudios, el deterioro acumulado en los últimos 37 años es de más del
70 por ciento.
El fenómeno ha sido documentado por
quienes integran el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la
Facultad de Economía de la UNAM. Los especialistas concluyen que de 1977
a 2014, el poder de compra de los profesores de asignatura ha perdido
el 71.48 por ciento de su valor para la categoría A, y el 72.77 para la
B.
Dicha pérdida resulta lamentable, a decir
de los especialistas, sobre todo porque los profesores de asignatura
–contratados por horas y no por jornada laboral como los profesores de
carrera– son el motor de la UNAM.
Ellos y ellas, al representar la mayoría de la planta docente, son
garantes de las funciones sustantivas de esa casa de estudios, la más
grande del país y de América Latina; pero los ingresos que perciben no
se corresponden con la magnitud de su encomienda.
Aunque la pérdida del poder adquisitivo
alcanza al grueso de profesionistas que imparten cátedra en la máxima
casa de estudios del país, el grado de deterioro varía según el nivel y
la categoría en que se desempeñan. Los profesores de asignatura, quienes
según las estadísticas de la Dirección General de Asuntos del Personal
suman 22 mil 557 de un total de 39 mil 147, son los más afectados. Su
salario base sólo conserva la tercera parte del poder de compra que
tenía hace 37 años. Esto significa que su sueldo tendría que crecer en
más de 700 por ciento para poder igualar el poder de compra que tenía en
1977.
Durante el mismo periodo, los ingresos de
otros trabajadores académicos también se han visto mermados. Es el
caso, por ejemplo, de los profesores asociados de tiempo completo cuyo
salario ha perdido el 67 por ciento de su poder de compra; el de los
profesores titulares de tiempo completo, con el 64; y el de los
profesores asociados de medio tiempo, con el 34 por ciento.
“Una vergüenza”, salarios de profesores universitarios
El 29 de enero pasado, a través de un
comunicado, la Universidad dio a conocer el acuerdo que alcanzó con la
dirigencia de la Asociación Autónoma del Personal Académico de la UNAM
(AAPAUNAM) en el marco de la revisión salarial y contractual de 2015: un
incremento de 3.4 por ciento directo al tabulador docente, mismo que
estará vigente del 1 de febrero del presente año al 31 de enero de 2016.
El aumento salarial pactado es menor que
el de 2014, que fue de 3.5 por ciento. Además, es el segundo menor en
los últimos 14 años, luego del 3.3 por ciento logrado en 2005.
En general, la tendencia del incremento
salarial durante los últimos 14 años es a la baja. Así lo dejan ver los
datos extraídos de la Memoria UNAM, publicación que reúne los
informes de todas las entidades universitarias respecto de las
actividades realizadas más relevantes. En 2000, la institución y la
representación sindical convinieron aumentar en 12 por ciento los
ingresos de la planta docente. Para 2001 el incremento fue de 10.5 por
ciento; y apenas 1 año después, de 5.25 por ciento.
El mismo día que la UNAM difundió el
acuerdo con el AAPAUNAM, una representación de profesores (entre ellos,
de la Facultad de Economía; de la Escuela Nacional Preparatoria,
plantel 5; y del Colegio de Ciencias y Humanidades, plantel Oriente)
acudió a la Rectoría universitaria para entregar una carta a José Narro
Robles, rector de esa casa de estudios.
En el escrito, los académicos solicitan
el cumplimiento de cuatro demandas, dos de ellas relacionadas con su
paga: que, como un paliativo mínimo de la pérdida del poder adquisitivo
de sus ingresos, se establezca como salario tabular a la categoría
inicial de un profesor o investigador de carrera la cantidad de 26 mil
571 pesos mensuales, misma que en la actualidad asciende a 16 mil 660
pesos; además, un incremento salarial del ciento por ciento para los
profesores de asignatura, quienes perciben 77.9 pesos por hora de clase
impartida, de tal manera que éste sea de 155.8 pesos.
Al respecto, señalan que los bajos
salarios que perciben, así como las “precarias” condiciones en que
desempeñan su labor no se corresponden con los avances que la
institución publicita sobre la creación de nuevas instalaciones, la
modernización de la infraestructura existente y la consolidación de su
presencia nacional e internacional. De la misma forma, apuntan que es
una “vergüenza” que una universidad tan prestigiada, como es la UNAM,
tenga esos salarios y, aunado a ello, se niegue a instrumentar un
programa sustancial de mejora de las condiciones de trabajo para su
personal docente.
Un programa de retiro digno para los
académicos de carrera y asignatura y un programa de profesionalización y
estabilidad que garantice una plaza de tiempo completo por profesor son
las otras dos peticiones que los trabajadores docentes esbozan en su
documento.
Al cierre de esta edición, las
autoridades universitarias no habían dado respuesta a estos
planteamientos ni emitido postura pública al respecto. Tampoco
respondieron a la solicitud de entrevista hecha por este semanario para
efectos del presente trabajo, y cuya gestión se realizó a través de Juan
Sánchez Brito, director de Enlace y Relaciones Públicas de la Dirección
General de Comunicación Social de la UNAM.
Secretaria de la AAPAUNAM: “inalcanzables” las peticiones de algunos docentes
En entrevista telefónica, Bertha
Guadalupe Rodríguez Sámano, secretaria General de la AAPAUNAM
–organización gremial que desde 1975 ostenta la titularidad del Contrato
Colectivo de los académicos–, asegura desconocer el contenido del
documento entregado a la Rectoría universitaria a finales de enero
pasado, por algunos académicos.
Sin embargo, al escuchar las demandas
planteadas por este grupo de profesores, manifiesta, sin titubeo, que no
son realistas, es decir, que resultan inalcanzables debido al contexto.
En cambio, indica, “nosotros no damos falsas expectativas al académico.
Trabajamos en cuestiones realistas”.
Respecto, por ejemplo, de la petición de
un programa de retiro digno para los académicos de carrera y asignatura,
refiere que la institución ya cuenta con un programa en la materia.
—¿Se trata de un programa de retiro digno, tal como lo plantean estos académicos?
—Ningún retiro es digno –responde.
La química de formación reconoce estar
consciente de la pérdida del poder de compra que han experimentado los
bolsillos de los académicos universitarios de forma constante durante
las últimas décadas, problemática que se ha intentado resarcir, dice, a
través de los programas de estímulos a la productividad.
No obstante, enfatiza en que el deterioro
salarial no es exclusivo de este sector, sino que afecta al conjunto de
la clase trabajadora del país. Aun así, asegura que la agrupación
gremial que dirige trabaja en un programa de recuperación salarial con
estrategias viables. Consultada respecto de la fecha de emisión de dicho
programa, responde que no tiene una bola de cristal para saberlo, pero que es posible que sea antes de concluir el primer trimestre del año en curso.
En alusión al grupo de académicos que
dirigió a la Rectoría universitaria este pliego de demandas, comenta:
“Ellos nos han rechazado; han negado nuestra existencia; dicen que no
los representamos; además de que lo único que hacen es golpearnos”.
Reducción salarial, parte de la “modernización educativa”
A principios de la década de 1980, el
gasto público, incluido el educativo, se redujo considerablemente como
consecuencia de la crisis económica que estalló en el país en 1982.
Entonces decreció también la partida presupuestal destinada a la UNAM,
misma que fue absorbida fundamentalmente a través de la reducción de los
salarios de los trabajadores universitarios. Es así que entre 1982 y
1988 el presupuesto para esa casa de estudios se redujo en 36 por ciento
en términos reales, mientras que los salarios disminuyeron entre 40 y
43 por ciento.
Ya para 1989, el gasto educativo se
incrementó y con ello el presupuesto destinado a la UNAM, que para 1990
fue 5.4 por ciento mayor que el de 1988. No obstante, el “castigo” hacia
los ingresos de los académicos no cesó, al grado de que ahora son
inferiores a los de 1988.
El panorama arriba descrito fue expuesto
por Luis Lozano Arredondo, director del CAM, durante en el foro Impacto
de la Crisis Petrolera en la Economía Nacional y las Condiciones
Laborales del Personal Universitario, celebrado el 29 de enero de 2015
en Ciudad Universitaria. De acuerdo con el especialista, las políticas
económicas, educativas y salariales impuestas por los gobiernos en turno
han devenido en esta realidad –la de la pérdida del poder de compra–,
que golpea el nivel de vida de las familias mexicanas. Influye también, a
su consideración, el hecho de que la Asociación Autónoma del Personal
Académico de la UNAM no representa en realidad los intereses de los
trabajadores académicos, lo que genera debilidad en las negociaciones
salariales.
Lozano Arredondo enfatiza en la política de reducción salarial –topes salariales invariablemente inferiores a la inflación– anclada
al proyecto de modernización educativa que se ha enquistado en las
universidades públicas del país. Asimismo, en la profundización de la
diferenciación salarial entre el personal académico e investigadores que
opera en la UNAM a partir de 1990, con la incorporación de los
programas de estímulos a la productividad y a la formación académica.
Respecto de esta última, comenta, el objetivo es el impulso del proceso
de modernización educativa en el sector universitario a través del
desarrollo de la competitividad, la excelencia académica y la retención
de cerebros.
El investigador universitario puntualiza
que aunque el desplome del salario real de los últimos decenios ha
afectado a todos los sectores asalariados del país, se ha mostrado más
agudo con aquellos con los que la política gubernamental tiene un alto
grado de determinación, tal es el caso de los salarios mínimos generales
y los salarios de las universidades públicas.
Flor Goche, @flor_contra
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