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2017-2018: el final del experimento
Hugo Aboites*. La Jornada. Opinión, sábado 7 de enero de 2017
La llegada de la era Trump
viene a desestabilizar de fondo no sólo la idea del desarrollo mexicano
a partir del libre comercio y la inversión extranjera, sino las bases
mismas de la educación mexicana y sobre todo de la llamada reforma
educativa de 2012. Repentinamente, las ideas centrales y más profundas
de la reforma educativa (y también de la energética, como ahora es
claro) se han quedado sin sustento.
En 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN), y se formalizó no sólo el rompimiento con el pasado de
economía nacional, sino también, como consecuencia, el abandono de una
propuesta educativa que se construyó durante 80 años, cuya huella
sobrevive en el artículo 3, II. Allí son visibles los grandes objetivos
de la educación pública: justicia, solidaridad, laicidad, creación de
nación, progreso científico, comprensión de la problemática del país,
democracia como sistema de vida fundado en el mejoramiento económico y
social del pueblo, búsqueda de la independencia económica y la
continuidad, así como acrecentamiento de nuestra cultura, respeto a la
diversidad y prioridad por el interés general. Frente a esta propuesta,
que mal que bien, con los millones que pasaron por las aulas construyó
al país desde 1920 hasta mediados de los años 80, en los 90 vino
sustituida por una propuesta con nuevos referentes: globalización,
mercado, internacionalización, libre comercio, privatización,
competitividad, inversión extranjera y, por supuesto, calidad.
El contraste entre uno y otro proyecto es evidente: en el primero se
habla de valores, de construcción de nación y, subrayamos, de generación
de personas y ciudadanos completos; en el segundo, los referentes son
procesos de comercialización y producción a escala internacional. Y
algunos sostenemos la hipótesis de que este profundo cambio educativo
contribuyó de manera importante a la crisis de corrupción generalizada,
violencia, individualismo rampante, trampas y abusos electorales,
narcotráfico y narcocultura, así como a la pérdida general de
hacia dónde conducir al país. Es en parte el fruto de la filosofía
educativa de Mexicanos Primero, de
ser exigentes y ambiciosos en el desarrollo del capital humano, es decir, transformar a niños y jóvenes en capital humano competitivo y hábil operador de los procesos de producción y comercialización (2012, pág. 5). Lo cual es el alma de la llamada reforma educativa de 2012. En esa perspectiva incluso el término
calidadno es un concepto inspirador de una transformación de la educación, capaz de nutrir iniciativas diversas, en distintas regiones y conjuntos humanos, sino un marco legal y operativo inflexible a cargo del INEE, PISA, Ceneval, y regulado por la nueva Ley General de Educación, la Ley General del Servicio Profesional Docente que materializa esa filosofía empresarial.
De tal manera que, en el momento en que el país enfrenta una
de sus peores crisis de rumbo, se encuentra con que en los últimos 30
años no ha creado una propuesta educativa capaz de fortalecer
culturalmente al país y que la existente, la reforma educativa,
solamente reitera y profundiza esa carencia de un proyecto educativo de
carácter científico y humanista.
De ahí que, a menos de que hubiera una reflexión profunda y
decisiones oportunas desde el círculo que define a nivel macro las
políticas educativas, el panorama educativo y social se va a ensombrecer
aún más en 2017-2018. Sin una sabia propuesta educativa, con un
enconado conflicto con el magisterio, en el contexto de un sustrato
social cada vez más airado (gasolinazo, devaluación), en medio
de una crisis económica y en la perspectiva de una repetición del ritual
electoral, se generará una fuerte dinámica de enfrentamientos y de
agravamiento en la capacidad de conducción del país por parte de los
actuales dirigentes.
Como parte de ese escenario, y como se ha visto desde 2013, el
enfrentamiento entre la educación empresarial y la educación que
necesitan los mexicanos en uno de los periodos más difíciles del país,
no es simplemente conceptual y filosófico, sino profundamente social. Y
ahora se verá agravado por el hecho de que repentinamente la crisis del
modelo maquilador de país va a significar la crisis de todo el aparato
de instituciones y políticas en la educación creadas como sustento de
esa apuesta. Universidades tecnológicas y politécnicas, y políticas como
la del énfasis en competencias básicas para crear operadores eficientes
pueden ahora experimentar una crisis crucial de sentido (atención: en la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM, se están imponiendo planes y programas de estudio con estos criterios).
El 2017-2018 debería ser más bien un periodo de debate sobre la
educación que necesita el país para un futuro que repentinamente muestra
la fragilidad de los términos en los cuales se hizo la apuesta por la
globalización. Y ante esa necesidad, la peor respuesta gubernamental
sería continuar con la reforma como si nada pasara, porque junto con la
crisis económica, energética, social y de conducción, la que vemos en la
educación cobrará una factura muy alta para el futuro de la nación.
Como en los sismos en 1985 en la Ciudad de México, la posición frente a
la crisis de país ya no estará en los tradicionales gobiernos, sino en
las iniciativas que de manera autogestiva y desde barrios, comunidades,
colonias e instituciones junto con los maestros construyan en los hechos
una propuesta de educación distinta. Pero no será fácil, ni inmediata.
*Rector de la UACM
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