lunes, 4 de agosto de 2014

PALESTINA HOY NOS NECESITA

EL MAESTRO ENSEÑA, APRENDE, 

DIALOGA Y CONVENCE CON LA PALABRA

Gaza requiere de todos nuestros esfuerzos por la paz, la justicia, la autodeterminación y el respeto a los pueblos amenazados del mundo.

 Palestina hoy nos necesita.

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch

Las peligrosas palabras de Amira                              Gracias, Negro

La Jornada Semanal, 3 de agosto 2014, p. 14


Esto no es antisemitismo: Amira Hass es quizá la única periodista israelí que se atreve a relatar, a pesar de amenazas e insultos, las atrocidades que comete su país contra el pueblo palestino. Gracias a la traducción de Rolando el Negro Gómez y a su generosidad, he podido leer algunos de los textos tremendos que publica Hass en el diario israelí Ha'aretz. Me hago a un lado, para dejar que hable Amira en su columna titulada ”Falsa victoria en la franja de Gaza: derrumbe moral y derrota ideológica” (del pasado domingo 27 de julio de 2014):


”Si la victoria se mide por el número de muertos, entonces Israel y su ejército son victoriosos a lo grande. Desde el momento que escribo estas líneas en día sábado (26 de julio), y hasta que las mismas sean leídas el domingo, el número de muertos ya no será de unos mil (entre 70% y 80% civiles) sino más. ¿Cuántos más? ¿10 cadáveres? ¿18? ¿Otras tres mujeres embarazadas? ¿Cinco niños muertos, sus ojos abiertos, sus bocas ligeramente abiertas, sus dientes de leche arrancados, sus ropas empapadas en sangre y ellos llevados en una sola camilla? Entonces si la victoria es forzar al enemigo a apilar varios niños asesinados en una sola camilla, porque no hay camillas suficientes, entonces sois victoriosos, Jefe del Estado Mayor Beni Gantz y Ministro de Seguridad Moshé Ya’alón.

Y es victorioso el pueblo que os admira […] (‘buenos días; fue una noche en calma’, informó con voz alegre el locutor de la radio Galei Tsáhal (Radio del ejército de Israel, N del T) el jueves en la mañana.En la jornada que precedió esta noticia jovial, el Ejército de Defensa de Israel mató a 80 palestinos; de ellos 64 civiles, incluyendo 15 niños y 5 mujeres.Por lo menos 30 de ellos murieron en el transcurso de esa misma noche en calma; murieron por innumerables bombas, obuses y disparos de artillería israelí, sin contar heridos y más viviendas que estallaron y destruyeron). Si la victoria se mide por el número de familias que fueron casi aniquiladas en dos semanas, padres e hijos, padre y varios hijos, abuela y nuera y nietos e hijo, en todas las variaciones que queráis, entonces también la ventaja es nuestra […] Y no olvidarse de los laureles para nuestros jueces, que Tsáhal no se mueve sin ellos. 

Gracias a ellos es recibida por nosotros con comodidad la teoría según la cual bombardear la vivienda de ellos –vacía de sus residentes o con sus residentes– está justificado, si Israel definió uno de los miembros de esa familia como objetivo militar (hombre importante de Hamas u hombre secundario, militar o político, viejo o joven). ‘Si esto es permitido por la Ley Internacional’, me dijo un diplomático occidental horrorizado por la posición de su país apoyando a Israel, ‘… algo huele mal en la Ley Internacional’.


Y otro ramo de flores a nuestros asesores, graduados de Facultades de abogacía selectas acá en Israel, o en EU y tal vez en Inglaterra. Por supuesto que son ellos los que aconsejan a Tsáhal sobre por qué está permitido disparar sobre grupos de rescate palestinos y evitar que lleguen a los heridos. Siete miembros de equipos médicos en camino de rescatar heridos fueron heridos de muerte a manos del Ejército de Defensa en el transcurso de dos semanas. […] Vosotros repetiréis lo que dice el ejército: ‘en las ambulancias se esconden terroristas’ (porque los palestinos de verdad no quieren rescatar a sus heridos; ellos no quieren realmente evitar que se desangren hasta morir bajo los escombros, ¿verdad?).”

Las palabras de Amira son imprescindibles en una masacre planificada cuyas pedestres intenciones asoman en los argumentos empecinados del líder israelí, Benjamin Netanyahu, o de políticos israelíes de extrema derecha que mantienen al Medio Oriente en derrotero fatal de exterminio, como los miembros de HaYehudi (Hogar Judío), cuya diputada Ayelet Shaked demostró al mundo hace poco que una cara bonita bien puede esconder un genocida brutal, cuando evocó al infame ultraderechista Uri Elitzur, quien pedía la muerte de las madres palestinas porque traen al mundo “pequeñas serpientes”. Niños. Niños palestinos que estallan despedazados por las bombas sin duda inteligentes de uno de los ejércitos más poderosos del mundo, apoyado a su vez por una de las superpotencias más hipócritas del mundo. 

Allí radica el peso inconmensurable de la valentía de una mujer que solamente por eso, por enfrentar un enemigo tan colosal, el odio que alimenta tanto infranqueable desprecio por la vida humana, sea probablemente la mejor periodista de nuestro tiempo. 


American Curios
Buscando un eco
David Brooks

La Jornada, 4 de agosto de 2014, página 28.

Foto
Aspecto de la región de Beit Lahiya, franja de Gaza, tras los bombardeos que lanzó Israel la semana pasada, incluida una escuela que servía de refugio a palestinosFoto Reuters.

Qué horror!, se repite entre compañeros de este periódico y entre colegas del gremio en otros medios del mundo. Las imágenes y notas redactadas, editadas y publicadas de niños en infiernos desolados y ensangrentados tanto en Gaza como en el trayecto desde Centroamérica hasta los centros de albergue/detención en la frontera estadunidense se trasmiten como si fueran balazos de ametralladora atinados al corazón de la humanidad.


¿Cómo se puede justificar todo esto? ¿Cómo se aguanta? Las cosas han llegado a tal extremo que ponen en duda la misma labor periodística: si las imágenes y las palabras que enviamos ya no provocan un respuesta suficiente para frenar todo esto, un basta ya, entonces algo ya no funciona. Se supone que como periodistas intentamos cumplir con la obligación de contar, documentar, dar a entender hasta lo posible lo que sucede para que todo ciudadano pueda decidir cómo responder, y para someter el poder al juicio popular, o sea, hacer que el gobierno rinda cuentas por lo que hace en nombre de todos. Pero por ahora pareciera que estamos condenados a contar la misma historia una y otra vez. Como si Sísifo fuera periodista.

Para los que están en el terreno, tomando una foto más o escribiendo lo que ven de otro niño muerto, o muerto de miedo en brazos de otra madre –incluso, como han tenido que hacer varios periodistas, dejar la pluma o la cámara para tratar de salvar o asistir a un niño–, se está volviendo casi imposible cualquier cosa que se parezca a la objetividad.

Informar desde aquí la respuesta de este país a todo eso es algo que también se vuelve cada vez más difícil, no por falta de información, sino por tener que reportar, una vez más, cómo los políticos culpan a las víctimas y justifican lo imperdonable. Que los políticos dicen que se tienen que enviar más municiones y bombas para que Israel se defienda; que los niños muertos por ataques de ese país en los que se usan armas estadunidenses contra escuelas con banderas azules de la ONU o heridos en hospitales son daños colaterales, y que son consecuencias desafortunadas provocadas por las acciones irresponsables y terroristas de los líderes de su propio pueblo; que hay que enviar tropas armadas de la Guardia Nacional y agilizar las expulsiones para enfrentar el éxodo de niños que huyen de balas, amenazas, tortura y miseria. Todo forma parte de la historia, se tiene que reportar.

Peor aún, tiene que imperar la objetividad: dar el contexto y reportar las opiniones de todos las partes en estos conflictos. Pero ¿no será que esa objetividad es una ficción, una falta de responsabilidad ética y periodística cuando se emplea para explicar, si no justificar, el sufrimiento y muerte de niños?

El título de la columna de Giles Fraser en The Guardian pregunta: ¿Cómo pueden ser objetivos los periodistas al escribir sobre niños muertos? y empieza así: “Bien, lo confieso: he estado perdiendo mi ecuanimidad. Durante la semana decidí que ya no tenía sentido escribir más sobre Gaza. Ya no estaba interesado en sentarme tranquilamente ante mi escritorio generando más frases aparentemente ordenadas…. A veces me siento clausurado ante el pleno horror de todo esto, encasillado en un desánimo amargo, incapaz de procesar de manera adecuada la frustración”.

Recuerda cómo su amigo Chris Guinness, vocero de la ONU, se quebró en llanto durante una entrevista con Al Jazeera, y sólo atinó a comentar: la injusticia de todo esto es suficiente para hacer estallar cualquier corazón, antes de hundir la cabeza en las manos y llorar sin poder decir una palabra más.

“Sé que el periodismo tradicional se enorgullece de mantener un muro entre lo objetivo y lo subjetivo, entre noticias y comentario…. (Pero) quiero que el periódico escriba, en letras altas, grandes y en negro: odiamos esta guerra de la chingada… Lo sé, lo sé: este tipo de emoción no resolverá nada”, agrega, pero confiesa que, sin embargo, al escuchar otra justificación oficial más de la guerra quiero gritar. Y la doble frustración es que gritar generalmente se entiende como lo que se hace cuando uno pierde el argumento. A la vez, no me puedo deshacer del sentimiento de que, en estas circunstancias, gritar es lo más racional que uno puede hacer. Ser tranquilamente racional respecto de niños muertos se siente como un tipo de locura muy particular.

Ante estas atrocidades, si no fuera por la solidaridad de furia e ira entre los que trabajamos en este periódico y otros aliados, nos tendríamos que convertir en esa imagen estereotípica –basada en cierta verdad– de que para ser periodista casi todo te tiene que importar poco, ya que todos los días eres testigo de demasiadas cosas, de perversiones, mentiras, engaños y brutalidades.


Los cínicos no sirven para este oficio, afirmó el gran periodista Ryszard Kapuscinski. Comentó que “no hay periodismo posible al margen de la relación con los otros seres humanos… Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”. A la vez, el único modo correcto de hacer nuestro trabajo es desaparecer, olvidarnos de nuestra existencia. 

Existimos solamente como individuos que existen para los demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resolverlos, o al menos describirlos. Afirmó que el verdadero periodismo es intencional, a saber: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. No hay otro periodismo posible.

A pesar de todo, de que confesamos entre nosotros que ya no hay palabras para entender todo esto, que las imágenes que valen mil palabras no provocan respuesta –o sea, justo a lo que nos dedicamos–, tal vez lo único que podemos hacer por ahora es rehusar quedarnos mudos y ciegos, y tratar de seguir gritando, objetivamente. Esperando ecos.



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