lunes, 22 de diciembre de 2014

OTROS COMENTARIOS SOBRE ADÁN CORTÉS

EL MAESTRO ENSEÑA, APRENDE, 

DIALOGA Y CONVENCE CON LA PALABRA

Nosotros ya no somos los mismos
Ortiz Tejeda La Jornada, 22 de diciembre de 2014
.....La espléndida puntada que se aventó el joven Adán Cortés Salas, durante la entrega del Nobel de la Paz, me llenó de regocijo. 
Además de volver a poner ante los ojos del mundo (es decir, en la televisión), el acontecimiento más doloroso de nuestro tiempo, ocasionó un fuerte retortijón colectivo a todas las buenas y decentísimas familias que consideran que la preservación de las normas de urbanidad, etiqueta, buenas maneras, está muy por encima de los dramas que afecten a una pequeña porción del infelizaje que puebla este país. 
Oí y me mofé de algunos comentarios decimonónicos: Qué falta de sindéresis, de educación y respeto de este pequeño malandrín. 
Seguramente debe ser de escuela pública y su código postal, semejante al de los jefes delegacionales perredistas (antes de serlo, por supuesto). 
A leguas se ve que en su casa nadie compra el ¡Hola! Por mi parte yo aplaudí su audacia sin reservas, pero la mía es una opinión sesgada: aplaudí a Mahatma Gandhi cuando rompiendo la ridícula etiqueta inglesa se presentaba envuelto en su finísima sábana (supongo de seda y lino), que tantas fantasías seguramente provocaba a la Reina Madre (y a él seguramente un aire colado en las neblinosas noches londinenses), a García Márquez cuando se negó a cambiar su comodísima guayabera por el recargado frac (prenda de vestir que tuvo su momento de gloria cuando el monstruo de Fred Astaire lo usó para bailar en techo y paredes de su cuarto de hotel en la película Royal Wedding,de Stanley Donen, 1951), a Hugo Chávez que enfrentó al abotagado y pillastre monarca español que, en razón de su permanente cruda, confundió a estados soberanos con antiguas colonias.
Y reí y aplaudí a José Emilio cuando se enfrentó a la brutal disyuntiva: o recojo el premio o me detengo los pantalones. Lo antisolemne, lo irreverente lo iconoclástico tiene en mí a un aplaudidor. 
Cuando Adán Cortés se reciba en relaciones internacionales, y esperemos que lo haga en tiempo y con suficiencia académica, estará más asentado y reflexivo, pero esperemos también que conserve su audacia, su conciencia y su sentido de la oportunidad. 
Me gustaría platicar con él, para que me explique cómo consiguió que unos conocidos noruegos le picharan el viaje y el alojamiento, cómo le surgió la idea de visitar tan intempestivamente a Malala, dónde consiguió la bandera y la acreditación y cuáles eran sus pensamientos, sus emociones y descargas de adrenalina un minuto antes de aventarse como el mentado Borras, que según dice todo el mundo, se la pasa aventándose a la menor provocación.

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