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Esclavos de la tecnología
Alexander Naime Sánchez-Henkel*. La Jornada. Opinión, 6 de agosto de 2015
Es difícil imaginar la
coexistencia de una edad de piedra y una edad digital en nuestros
tiempos, pero en algunas partes de la República Democrática del Congo
(RDC) ni siquiera se conoce el papel, como si ahí el mundo siguiera
siendo de piedra, mientras que en Estonia el papel es parte de la
historia del siglo XX. Piensa en un niño que sobrevive cavando la tierra
con sus manos para sacar piedras y después compáralo con una niña que
ya no utiliza el papel porque su vida se lleva a cabo en línea. La segunda parece más cercana a nuestra realidad, ¿o no? Pues no.
La RDC es uno de los países más necesitados, pero con uno de los
subsuelos más ricos del planeta. Sus minerales, en especial el coltan,
son vitales para el progreso y la maduración de la edad digital.
Analistas de seguridad ya advierten que el coltan es un
mineralestratégico. Y 80 por ciento de las reservas mundiales se encuentran en la RDC.
Para extraer el coltan en la RDC se emplean hombres, mujeres y niños.
Un ser humano tiene que abrir los ojos con el alba y, sin desayunar,
subir un monte fangoso para llegar a una mina abierta y con sus manos
desenterrar ese mineral.
Al anochecer estos
mineros, que son en realidad lugareños, regresan a su aldea con las manos y bolsas llenas de coltan. Reciben su recompensa de casi 10 pesos, que apenas les alcanzan para alimentarse con cerveza, arroz y sakasaka. Este es su único alimento del día, todos los días de la vida.
Las propiedades del coltan, la piedrita negra que a diario se extrae
en la RDC, han mejorado la superconductividad, el efecto
ultrarrefractario (soporta temperaturas muy elevadas), la capacidad de
almacenar y liberar energía eléctrica y resistir la corrosión y la
alteración en general de los aparatos electrónicos: celulares, GPS,
satélites, pantallas de plasma, armas teledirigidas, consolas, drones, laptops, etcétera.
En pocas palabras, el coltan está en todos los aparatos que nos
conectan con el mundo y también en los robots, satélites y naves
espaciales que nos pretenden conectar a otros. Pero en la RDC desconocen
estos avances.
En contraste, Estonia, un país que se independizó en 1992 y con
contados recursos naturales, decidió invertir tanto en las tecnologías
de la información y la comunicación (TIC) que para 1996 todas las
escuelas tenían computadoras; para 2000, los impuestos se pagaban en
línea; en 2002, el gobierno introdujo la tarjeta de identidad
electrónica (e-ID), versión digital de cada ciudadano; en 2007, todas
las e-ID estaban vinculadas a celulares, y para 2014 los estonios
votaron vía celular o computadora por los miembros del Parlamento
Europeo.
Hoy Estonia es considerada la primera sociedad digital. La única en
el universo. En este país, las personas tienen una identidad virtual
gracias a dos ingredientes cruciales en su infraestructura digital: la
llamada X-Road y la e-ID. La X-Road es un sistema cerrado que conecta
todos los componentes descentralizados de Internet. O sea, es el
conducto que permite a las bases de datos de los sectores público y
privado interactuar y operar en armonía. La e-ID contiene toda la
información del ciudadano que instituciones de gobierno y privadas
(hospitales, bancos, gimnasios, escuelas, etcétera) hayan acumulado. Es
un sistema nacional para verificar la identidad de una persona en línea.
En la RDC la existencia rudimentaria destina al minero a una vida desconectada del resto del mundo al esclavizarlo a la
necesidaddel progreso y, en el mismo huso horario, en Estonia la gente no puede vivir fuera de la tecnología, como si estuviera esclavizada a los
beneficiosdel progreso.
Esta brecha digital cada vez se extiende más, distanciando de tal
manera a sociedades y comunidades que sus propios fundamentos se vuelven
ajenos e irreconocibles. Europa ya determinó que Internet es un derecho
humano, mientras en algunos lugares de África ver a niños trabajar en
minas es normal. ¿Cómo conciliar esto? Es imposible. Ni siquiera hemos
resuelto eso de la lucha de clases sociales y ya se nos viene otra lucha
encima, la de las clases digitales.
* Sociólogo
hay que ir
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