EL MAESTRO ENSEÑA, APRENDE,
DIALOGA Y CONVENCE CON LA PALABRA
DIALOGA Y CONVENCE CON LA PALABRA
Miedo a pensar
Marcos Roitman Rosenmann. La Jornada. Opinión, sábado 30 de julio de 2016.
(ver más abajo:La criminalización del pensamiento. Marcos Roitman Rosenmann. La Jornada. Mundo, sábado 7 de mayo de 2016)
Desde hace tiempo la
autocensura se ha convertido en la forma de actuación por excelencia de
las sociedades humanas. No importa cuáles sean sus raíces culturales.
Las religiones han impuesto su sello a la hora de presentar el mundo y
de castigar a sus herejes. Las grandes civilizaciones se han visto
enfocadas a un relato histórico y un patrón de análisis difícil de
romper. Y no me refiero a las cuestiones de método, no es una crítica al
racionalismo, el empirismo o el constructivismo. Tampoco un asunto de
subjetividades o pragmatismo metodológico. Hay cierto vacío intelectual
cuando se trata de aplicar el juicio crítico y la reflexión. Se prefiere
la complacencia, cuando no directamente rehuir el ejercicio de pensar
más allá del poder instituido. El mejor ejemplo: la educación. Las
exigencias de Paulo Freire para articular una pedagogía de la libertad y
una ruptura, en lo que hoy se conceptualiza como colonialidad del
pensar, se aleja del horizonte mediato en pro de un conocimiento
instrumental ligado con las necesidades de la economía de mercado.
Escuchamos que la filosofía, la historia y ahora ciertas ramas de la
matemática, como el álgebra, el cálculo y la trigonometría, no aportan
conocimiento real para enfrentar los problemas rutinarios de la vida
contemporánea, y lo mejor sería suprimirlas de la formación de los
estudiantes de secundaria. Es más, su enseñanza a los jóvenes los somete
a tensiones innecesarias y sufren depresión y angustia al no resolver
problemas abstractos, quedándoles una sensación de frustración que
arrastran el resto de su vida. Un hándicap difícil de superar. Mejor
aprender cómo funciona la bolsa de valores, montar un negocio y tener
éxito como emprendedores. El resto es prescindible, cuando no
irrelevante. Las reformas educativas llevan este sello. Se generalizan
hasta convertirse en una verdadera plaga en todos los niveles
educativos: primaria, secundaria y superior. El saber como instrumento
para el mercado. Es una ruptura en la construcción del mundo que
habitamos.
En las universidades, la libertad de pensamiento, donde se presume la
fluidez en el debate crítico, se produce una clausura de la teoría en
favor de un conocimiento sin mordiente e incapaz de proyectar ideas que
interpreten los cambios sociales y los nuevos saberes provenientes de
las ciencias de la vida y la materia, las tecnociencias y los sistemas
complejos autorregulados. La universidad está siendo desarmada y
desmantelada. Los criterios de evaluación son un indicativo del tipo de
académico que buscan. Mucho ruido y pocas nueces. El neoliberalismo
aboca a la universidad a una posición peligrosa, censurando la capacidad
de hacer teoría; mejor dicho, renunciando directamente a ella. Ahora
prevalece la opinión personal, la lectura periodística y superficial,
instalándose una especie de tabú cuyo principio es: prohibido conocer el
conocimiento.
Hay rechazo a cualquier propuesta que cuestione la realidad y
rompa la mediocridad en la cual se encuentra sumida la producción de
teoría. Y entiendo por teoría la relación entre la experiencia y la
capacidad de lectura de la realidad. Un mecanismo que nos permite
comprender e interpretar nuestras acciones y dar sentido a nuestra vida.
En otras palabras, el lenguaje como praxis de vida sobre la cual
construimos nuestros mundos, sueños, esperanzas. En definitiva, nuestro
horizonte histórico. Asistimos a modas intelectuales que poco tienen que
ver con el trabajo riguroso sobre el cual pensar las transformaciones
de la sociedad contemporánea. De allí que los autores sean producto del
mercado editorial; emergen de la misma manera que desaparecen. Infinidad
de títulos vacuos utilizados para rellenar huecos y cubrir expedientes,
con una característica peculiar: parcos en el lenguaje y pobres en
vocabulario.
Somos en las palabras: de su riqueza depende nuestra capacidad de
transformar el mundo y construir alternativas. En la medida que nuestro
vocabulario se reduce a un estándar de palabras cuyo significado muchas
veces son artilugios, operativos para andar por casa, la pobreza llega a
la teoría. No hay palabras, se dice; vivimos bajo mínimos. El
diccionario ha perdido su importancia. Su uso es marginal. Hay
incapacidad para expresar sentimientos, describir estados de ánimo,
emociones y, lo más peligroso, explicar la realidad que nos
circunscribe. Nuestro mundo acaba siendo un reducto para el mercado,
cuyo lenguaje es limitado, pobre y excluyente.
La gramática de la vida, la semántica de los hechos, las metáforas,
las hipérboles y las analogías han quedado convertidos en residuos de un
mundo en el que el miedo a pensar se une al rechazo a la praxis teórica
y la autocensura como mecanismo para justificar la ignorancia que nos
rodea. El poder es consciente, promueve la ignorancia colectiva,
generaliza el miedo a la crítica reflexiva, hasta hacerla irrelevante.
Pensar trae consecuencias. Mejor no hacerlo. Es peligroso y subversivo.
(Editada en el blog el sábado, 14 de mayo de 2016)
(Editada en el blog el sábado, 14 de mayo de 2016)
LA CRIMINALIZACIÓN DEL PENSAMIENTO
EL MAESTRO ENSEÑA, APRENDE,
DIALOGA Y CONVENCE CON LA PALABRA
DIALOGA Y CONVENCE CON LA PALABRA
La criminalización del pensamiento
Marcos Roitman Rosenmann. La Jornada. Mundo, sábado 7 de mayo de 2016.
(Ver más arriba: Miedo a pensar. Marcos Roitman Rosenmann. La Jornada. Opinión, sábado 30 de julio de 201)
Pensar trae
consecuencias (pensar es peligroso). Su ejercicio no ha sido una facultad bien vista. Hoy está
en peligro de extinción. Resulta significativo que entre los crímenes
de lesa humanidad figure la persecución ideológica y política. Desde el
castigo bíblico hasta nuestros días, la acción de pensar se castiga. Dos
esferas de la realidad política son las más afectadas. La educación y
el periodismo. En ambas, sus representantes son objeto de las iras del
poder institucional y la violencia. Las universidades, en tiempos de
dictaduras militares o cívico-militares, sufren las consecuencias de la
criminalización del pensamiento. Maestros y profesores han sido
perseguidos y asesinados. Durante la segunda República en España se
expulsó a miles de las aulas del magisterio y qué decir del México
actual. En cuanto al periodismo, se mata directamente al mensajero. El
más reciente informe de la Federación Latinoamericana de Periodistas
destaca que sólo en México, durante 2015, fueron ultimados 14
informadores. La lista es larga. Honduras presentó 10 casos, Brasil
ocho, Colombia cinco y Guatemala tres. Al mismo tiempo, la Federación
Internacional de Periodistas apunta que de 1990 a 2015 se contabilizaron
2 mil 297 asesinatos de comunicadores. En esa lista vuelve a destacar
México con 120 casos, Rusia reporta 109 y Brasil 62.
Todos los días nos enteramos, por los medios de información, de las
arbitrariedades del poder político a la hora de criminalizar cualquier
opinión discrepante. Sobre todo si en ella se vierten críticas al orden
social, a la violación de los derechos humanos y a las fuerzas armadas y
cuerpos de seguridad del Estado. Basta con que la policía emita
informes imputando a organizaciones, personas o movimientos sociales de
propagar ideologías disolventes para que sus dirigentes sean
detenidos, investigados y encarcelados. Asimismo, cualquiera puede
levantar falso testimonio y lograr credibilidad cuando la acusación
deriva en el ámbito del pensamiento y las ideas.
Si en los siglos XIX y XX el apelativo de terrorista recayó en los
movimientos anarquistas y anarcosindicalistas, extendiéndose a
socialistas y comunistas, en pleno siglo XXI se han roto dichas
fronteras ideológicas. Ya no asistiremos a un montaje judicial para
justificar la persecución ideológica. No hace falta encubrir el motivo.
Abiertamente se imputa al políticamente incorrecto la condición de
antisistema. Basta recordar el reciente caso del cómico alemán Jan
Böhmermann, acusado de injurias por el presidente de Turquía, Recep
Erdogan, al haber escrito un poema satírico. Lo peor no es la acusación,
sino el consentimiento de Angela Merkel, canciller de Alemania, de
facilitar la apertura de un proceso judicial por injurias. En la
persecución del pensamiento no hay fronteras. En una sociedad de ciegos,
el tuerto no es el rey, está preso.
En la sociedad occidental, democrática y civilizada se criminaliza la
crítica y el pensamiento se tilda de subversivo y antisistémico.
Adjetivos que predisponen al uso de la violencia y la razón de Estado
para su represión. En Colombia, la Escuela Nacional Sindical entregó un
estudio detallado a congresistas estadunidenses subrayando que entre el 7
de abril de 2011 y el 31 de marzo de 2015 habían perdido la vida en
atentados 105 militantes pertenecientes a diferentes sindicatos.
Asimismo, la Confederación Sindical Internacional, en su informe anual
sobre los derechos sindicales en el mundo, denuncia que fueron
asesinados 101 trabajadores por ejercer actividades del gremio. De esos
101 asesinatos casi la mitad, 48, se registraron en Colombia, 16 en
Guatemala, 12 en Honduras, seis en México, seis en Bangladesh, cuatro en
Brasil, tres en República Dominicana, tres en Filipinas, uno en India,
otro en Irak y uno más en Nigeria. Dicho texto no considera las amenazas
e intentos fallidos de ejecuciones.
El miedo y la violencia, al igual que la autocensura, se
apoderan de quienes emiten opiniones contrarias al poder dominante.
Desde los atentados a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001,
el fantasma del terrorismo se convirtió en excusa para controlar la
crítica política y el ejercicio de la libertad de expresión. En el saco
del terrorismo se incorporan todo tipo de acciones y pensamientos. La
vara de medir está bajo mínimos. Cuando más democracia y libertades se
dicen reconocer, más se reprime la facultad de pensar. Ya no se
diferencia entre pensamiento crítico y terrorismo. El poder no distingue
y, lo que es peor, no quiere ejercer dicha distinción.
La crítica teórica y la reflexión han sido materialmente despreciadas, su praxis
se condena, constituyen una amenaza. El poder político se siente
propietario de las formas de pensar y actuar. Quienes practican la noble
actividad de pensar a contracorriente, militantes políticos,
sindicales, deportistas, maestros, científicos, periodistas, escritores, actores,
artistas plásticos, grupos musicales, etcétera, son objeto de escarnio y
presiones. Existe una guerra declarada al pensamiento en todas las
dimensiones de la vida social.
El ejercicio crítico de pensar subvierte el orden y cuestiona el statu quo.
Personas y medios que lo impulsan son atacados por el poder. Las
medidas aplicadas van de la censura a la clausura de medios de prensa,
programas de radio y televisión. Todo es bienvenido si con ello se
acallan las voces discordantes. Hoy, los servicios de inteligencia y los
aparatos de seguridad del Estado realizan la búsqueda de irredentos.
Intervienen correos electrónicos, teléfonos móviles, graban en aulas de
clase, restaurantes y centros comerciales. Ningún espacio público está
exento de vigilancia. El pensamiento crítico debe ser controlado en
corto. Quienes lo denuncian son objetivo militar y político. Es el caso
de Julián Assange, fundador de Wikileaks, quien pidió asilo a
la República de Ecuador por temor a ser extraditado a Estados Unidos,
bajo acusaciones falsas de violación. Lleva recluido desde el 19 de
junio de 2012 en la embajada de Ecuador en Londres. Otro ejemplo es el
de Edward Snowden, ex empleado de la Agencia Nacional de Seguridad de
Estados Unidos, quien hizo públicos los programas de vigilancia masiva a
escala mundial desarrollados por la SNA y la CIA. Perseguido y acusado
de criminal, se exilió en Rusia, donde reside actualmente. Su vida está
en peligro.
Las guerras del siglo XXI amplían el espectro de los genocidios civilizatorios. Tecnologías de muerte. Drones
y armamento de última generación se utilizan para acallar voces e
imponer valores imperiales. Pensar se ha convertido en delito, su
ejercicio se ha criminalizado y sus defensores han sido condenados.
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