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Reformas imperdonables
Andrea Bárcena. La Jornada. Infancia y sociedad, 23 de julio de 2016
Las reformas del
presidente Enrique Peña Nieto son imperdonables por ser impuestas a
espaldas de los ciudadanos y porque no fueron pensadas para la felicidad
de los mexicanos. Al contrario, lejos de ser reformas estructurales
–como les llaman– son reformas que desestructuran alma y cuerpo de
nuestra nación: vulneran la soberanía, autorizan el saqueo de recursos
naturales y favorecen negocios del gran capital contra mejores
oportunidades y calidad de vida para nosotros.
La reforma educativa es, sin embargo, la que ha encontrado mayor
resistencia social, quizá porque sus infamias son más evidentes:
despojar al magisterio de sus conquistas laborales, mandar a los
maestros al outsourcing y entregar a la iniciativa privada el manejo de las escuelas, con la consecuente renuncia del Estado a un deber indeclinable.
La disputa por la educación es espacio privilegiado para evidenciar
la lucha de clases en una sociedad, porque enfrenta dos o más
cosmovisiones: las ideas acerca del individuo y ciudadano que se quiere
lograr mediante la educación formal.
La clase capitalista propone una escuela que genere seres obedientes,
individualistas, competitivos, productivos en sentido empresarial y,
por tanto, de fácil inserción en el mercado. Es un proyecto escolar de
socialización como explotación anticipada. Es decir, la preparación temprana para la inserción en el sistema de producción y consumo capitalistas con un funcionamiento social y sicológico óptimos.
Para padres y maestros la escuela es el camino al crecimiento
del individuo en sentido amplio y universal. Ellos sueñan –dicho
esquemáticamente– con un hijo doctor o artista, mientras los
capitalistas lo quieren obrero o asalariado.
Quienes pensamos que la sobrevivencia de la especie humana pasa por
la superación del capitalismo vemos en la educación la oportunidad de
formar seres pensantes, solidarios, creativos, capaces de reinventar su
mundo.
La discutida reforma nunca tuvo proyecto educativo, aunque ahora
(cuatro años después) Nuño quiera mostrar que sí. Negocios, sí. Se han
despilfarrado recursos en grande: tablets (Chuayffet compró 700 mil),
remozamiento de escuelas (461 millones de pesos que pagó Nuño), costosas
evaluaciones inútiles, represión policiaca de maestros y sueldos
insultantes para fraudulentos funcionarios del INEE y de la SEP. Todo
por imponer una reforma sin ética ni contenidos pedagógicos, que cancela
definitivamente los anhelos del pueblo y consolida la educación
capitalista.
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