EL MAESTRO ENSEÑA, APRENDE,
DIALOGA Y CONVENCE CON LA PALABRA
La gestión de las resistencias
Roberto González Villarreal*.
La Jornada. Opinión, domingo 12 de julio de 2015
Una de las estrategias
del poder es aislar las resistencias. Inhibir la coordinación de las
luchas subalternas es parte de sus tareas. Lo hace de muchas formas:
tratos diferenciados, linchamientos morales, represiones selectivas,
amenazas diversas, narrativas trucadas, entre tantas otras. No sólo
desde los tres poderes del Estado, como se ha visto en todo el proceso
legislativo y judicial de la reforma educativa, sino desde una
coordinación multipolar, con el INEE, Mexicanos Primero, las
televisoras, los medios impresos, los bots en las redes
digitales, los organismos empresariales, las asociaciones reales y
ficticias de padres de familia, el Banco Mundial y los académicos
amaestrados.
Hasta la fecha ha tenido un éxito relativo. Por tres cuestiones: ha
legitimado la calidad educativa, entendida como logro académico de los
estudiantes en pruebas estandarizadas; ha logrado identificar la
evaluación permanente a los profesores como mecanismo central para
elevar la calidad, y ha ocultado las profundas transformaciones
pedagógicas, institucionales y subjetivas que la reforma trae consigo.
Un éxito relativo, sin embargo, porque las resistencias después de
dos años y medio de reforma no han disminuido, y nada indica que lo
harán, a pesar del empeño mayúsculo en generar la impresión de que la
reforma sigue un curso inexorable. Pero su logro mayor es la contención
de las resistencias, al lograr inhibir –hasta hoy– la articulación de
las diversas movilizaciones magisteriales; la inmovilidad de sectores
docentes, como los del DF y de otros estados del norte y centro del
país; y, sobre todo, lo que podría denominarse la gremialización de las
protestas, es decir, la conversión de la lucha contra la reforma
educativa en un asunto de los maestros única y exclusivamente. Para
muchos, su lucha no es por la educación, ni por la calidad, ni por un
mejor futuro de los niños: ¡se trata de preservar sus privilegios!
A eso, de manera paradójica, contribuyen también las críticas que
denuncian la reforma como una reforma laboral. Se ha dicho que es
limitada, que le faltan aspectos pedagógicos, que no contempla
cuestiones infraestructurales, que no es integral.
Esa crítica concibe la reforma educativa de manera muy extraña,
desconociendo que la reforma es un proceso, no un acto fundacional; que
en toda reforma se tienen que contemplar las reacciones, que se procede
por debilitación del adversario, por fintas y desviaciones.
Y así ha procedido este gobierno, por cambio en los primeros
obstáculos de una reingeniería educativa: los maestros, su subjetividad,
modos de contratación, promoción y permanencia. La cuestión no termina
ahí. Los que se consideran a sí mismos como los autores intelectuales de
la reforma –los panistas– lo han dicho hasta la saciedad: la evaluación
no se debe quedar en los maestros, debe ligarse con las asignaciones
presupuestales a las escuelas. Está dicho con todas sus letras en la
iniciativa del senador Romero Hicks. La insistencia en la autonomía de
gestión completa este punto, y lo lleva directamente al desafío de la
charterización escolar: las escuelas subvencionadas (escuelas charter son escuelas públicas con financiamiento privado), los vouchers y demás modos de financiar la demanda. Es un tema pendiente, que regresará más pronto de lo que se espera.
Además, los impactos de la reforma en la formación de docentes, en
sus prácticas, en los objetivos y objetos educativos, son de largo
alcance. Se les ha dado poca prensa, pero son igual o más relevantes que
la
idoneidad de los maestros. Entonces, no se trata de una mera reforma laboral, ni de un cambio en el régimen de control político de los maestros –que lo hay, y es necesario desmontar y esclarecer–, sino que es el vector estratégico de una trasformación profunda del sistema educativo mexicano.
Hay que reconocerlo y exponerlo abiertamente. De nada sirve decir que
es una reforma incompleta, que hace falta una política educativa de
Estado: ¡esta es la política de Estado! A nadie le sirve denunciarla si
no se comprende su potencia transformadora. En este caso, no para bien.
Es una reforma que resulta de la ignorancia, de su aplicación a
destiempo, mucho después de que ha mostrado su fracaso en otras partes,
pero una reforma coherente con el diseño neoliberal de país que la
restauración priísta ha comprometido.
Comunicar esto es el mayor desafío de los que resisten. Un reto
cognitivo y pedagógico, para sí mismos y para estudiantes, padres de
familia y otros movimientos sociales. Hay que escaparse de la lógica
impuesta por los poderosos, fugarse de las condiciones de un problema
planteado por los otros, y reinventar las estrategias, las
organizaciones, los discursos y los saberes de los que hoy luchan contra
la reforma.
* Doctor en economía.
Autor del libro Historia de la desaparición;
nacimiento de una tecnología represiva
No hay comentarios:
Publicar un comentario