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La salida del túnel y evaluación
Hugo Aboites*. La Jornada. Opiniòn, sàbado 25 de julio de 2015
En la novela El túnel,
de Ernesto Sabato, poco a poco el protagonista deja de ser actor de sus
decisiones y éstas se parecen cada vez más al denso ambiente y
oscuridad de un túnel que sólo permite una visión terriblemente parcial e
inexacta de la realidad. Como lo intuye pronto el impotente lector, si
ese proceso sigue su curso sólo emergerá como final una tragedia. En las
circunvoluciones del relato, la visión y acciones de uno determinan y
sobrecargan las del otro hasta que todas giran y avanzan con gran
rapidez ya totalmente fuera de control. En México, la opción de entrar
en un túnel fue tomada libremente por Mexicanos Primero, el Instituto
Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y el gobierno, pero
los demás no somos meros lectores impotentes y, aunque es cierto que el
actual no es el Estado que queremos, tenemos derecho a exigirle que no
sea indiferente a lo que es la historia de este país, construida sobre
la educación, lo que son los derechos a la paz y la elemental
tranquilidad para los más de 110 millones de habitantes y, en el caso de
30 millones de niños y jóvenes estudiantes, el derecho a que su
educación no se haga objeto de un acuerdo con sectores empresariales y
se la lleve cada vez más, como ahora irresponsablemente ocurre, por un
túnel de conflicto que se torna cada vez más profundamente dañino para
el país y precisamente para esos estudiantes y sus familias.
Esto es especialmente grave porque se trata de un conflicto no sólo
solucionable, sino completamente innecesario. ¿Por qué? Porque el nuevo
texto del tercero constitucional habla de
la evaluaciónen general, pero en la Ley General del Servicio Profesional Docente se plantea que existen dos tipos, muy distintos, de evaluación. Una es la que describe la ley en los artículos 68 al 83 de la ley, dotada de fuertes rasgos de verdad única, vertical, centralizada y autoritaria. Es, además, claramente punitiva, pues tiene como propósito único inmediato evaluar para definir cuáles y cuántos maestros deben ser separados de su trabajo. La otra evaluación es muy distinta, la ley la propone desde cada escuela y zona escolar, es colectiva y horizontal, y tiene como propósito el
mejoramiento de la práctica profesional de los docentes y el avance continuo de la escuela y de la zona escolar(artículo 15). Adicionalmente y en abierto contraste con la evaluación punitiva, plantea que los resultados
en ningún momento podrán ser causal de procedimientos de sanción ni tener consecuencias administrativas o laborales(artículo 20). Es decir, propone la mejora de los maestros, no su despido. Y señala que de esa evaluación colectiva se desprendan
compromisos verificablesde los maestros para mejorar escuelas.
Sin embargo, a pesar de existir dos estrategias muy distintas
de evaluación y a pesar de que la Constitución (artículo primero) obliga
a que, en caso de varias interpretaciones se escoja la más favorable a
las personas concretas, se insiste en la más agresiva y ni siquiera se
menciona la otra, la que evalúa de manera integral el trabajo de
maestros y escuelas. El énfasis indebido en sólo la opción persecutoria
de la evaluación y, además, la insistencia en imponerla al precio que
sea, dice mucho de la vocación clasista y represiva que anima a los
evaluadores de hoy. Esa vocación lleva a excesos como el de Oaxaca,
donde el gobierno federal ha barrido con una institución estatal de
educación. ¿Qué seguirá? ¿Usar la evaluación para arrasar maestros,
escuelas y zonas rebeldes y sustituirlos por maestros dóciles recién
reclutados? Éste es un ejemplo de los recursos desesperados y violentos
que una vez adentrado en el túnel del conflicto el Estado está dispuesto
a utilizar no para mejorar la educación, sino para someter a los
maestros. Esa idea fija, empero, sólo seguirá generando un clima de
tensión nacional en las escuelas y familias que, al acumularse al que
provoca la inseguridad, corrupción, narcotráfico, crisis económica y la
incapacidad del Estado para sentarse a resolver conflictos –como está
obligado por la salud de la nación– contribuye a una percepción de
creciente ingobernabilidad. Hoy el gobierno puede perfectamente salir de
este túnel y esto, desde el significativo terreno de la educación
enviaría una señal pacificadora a la nación. Así lo hizo el gobierno
hace tres décadas, cuando, en lugar de exigir que se evaluara y
removiera a decenas de miles de maestros tomando como pretexto la
modificación al tercero constitucional que planteaba una evaluación para
el ingreso y permanencia de los docentes universitarios, una actitud
distinta hizo posible que muchos de esos maestros universitarios
pudiéramos contribuir luego decisivamente a la formación de numerosas
generaciones de profesionistas.
Las cartas, pues, están sobre la mesa. Los maestros demandan dialogar
y llegar a acuerdos y coincidentemente la Constitución y la ley para
ello ofrecen un camino de salida legal y legítimo al conflicto. Sin
embargo, si el gobierno, el INEE y Mexicanos Primero se atrincheran en
la interpretación más conflictiva y persisten en no abandonar el túnel,
les corresponde, entera, esa responsabilidad histórica.
*Rector de la UACM
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