sábado, 15 de abril de 2017

ARTÍCULOS SOBRE EDUCACIÓN

 EL MAESTRO ENSEÑA, APRENDE, 
 DIALOGA Y CONVENCE CON LA PALABRA
Partido y universidad
Hugo Aboites*. La Jornada. Opinión, 15 de abril de 2017.
Históricamente, y por razones de fondo, la relación entre las universidades y los partidos políticos y gobiernos no ha sido precisamente tersa. El conocimiento libera, y eso casi nunca gusta al poder. Pero en estos tiempos esa contradicción aparece visible a la opinión pública. De 17 instituciones importantes en el país, los partidos ocupan el lugar más bajo en la confianza y credibilidad de los mexicanos, con sólo 4.8 de calificación. Menor que la policía y los bancos.
En contraste, las universidades ocupan el lugar más alto, con 7.1, más que la Iglesia, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y la Suprema Corte de Justicia de la Nación ( The Economist, 13/04/2017, en línea).
Es una larga y ambigua historia. En el 68, frente al movimiento estudiantil, el partido hegemónico se lanzó contra la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y justificó la sangrienta represión contra los estudiantes. Pero luego el mismo Partido Revolucionario Institucional (PRI) creó numerosas universidades autónomas en los años 70. Pero contra ellas vinieron luego los recortes de los 80, la descalificación de los 90 (inviables, dijo Zedillo), y las iniciativas de colegiaturas y control (evaluación). Esa década terminó mal, con el encarcelamiento de más de mil estudiantes de la UNAM en 2000 (n. del e. y decenas de maestros con ordenes de aprehensión)l.
Sin embargo, en abierto desafío a la política educativa federal, un año más tarde, otro partido, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) creó numerosas preparatorias y hasta una universidad para Ciudad de México. Catorce años después, cuando ésta ya tenía autonomía y la ejercía, el diputado Mauricio Toledo del PRD, se arrepiente de financiarla y se une a las críticas que también le hace la asambleísta Cynthia López Castro, del PRI. La que en 2016 arremetería contra las escuelas superiores creadas por Morena, ya en 2015 había llegado a plantear la desorbitada demanda de que a la Universidad Autónoma de Ciudad de México (UACM) drásticamente se le redujera el presupuesto.
En respuesta, no sólo la comunidad universitaria sino también el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, salen en defensa de su existencia (la universidad no desaparecerá) ( Excelsior, 25/10/2015 en línea). Y cuando a finales de 2016 la UACM plantea que en la Constitución de Ciudad de México se la debe incluir con autonomía plena, la diputada la emprende de nuevo, con la calidad en ristre y amenazando con leyes secundarias. He dado una gran lucha contra la UACM, llega a decir de manera reveladora y pública ( La Razón, 25/02/2017 en línea) y, ahora, continuando el acoso, exige que un punto de acuerdo siente a la institución en el banquillo de los acusados, para rendir cuentas del uso de sus recursos. Pasa por alto que precisamente eso y de manera voluntaria ha venido haciendo la universidad cada año en octubre en una mesa de trabajo con asambleístas de la Comisión de Presupuesto.
Y allí ha mostrado resultados: aumento en la matrícula en 32 por ciento en los pasados seis años y cada vez más publicaciones y actividades académicas y culturales. La construcción de cerca de 20 mil metros cuadrados adicionales de espacios de aulas y cubículos, y la prevista contratación de más profesores permitirá continuar aumentando la matrícula. Se acaban de abrir tres carreras antes suspendidas (Ciencias Genómicas, Protección Civil, Nutrición y Salud) que se suman a estudios profesionales importantes para la ciudad, como Promoción de la Salud, Modelación Matemática, Transporte Urbano, Creación Literaria, Filosofía e Historia de las Ideas. Podrá también continuar con el Programa de Educación Superior en Centros de Reinserción (antes reclusorios) con planteles en prácticamente todos ellos.
En estos años ha crecido sustancialmente el patrimonio universitario y el número de egresados, y es una institución que ocupa el lugar 49 de más de 2 mil universidades en el país. Integrante de la Unión de Universidades de América Latina y del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, tiene un muy bajo costo por estudiante, y no gasta recursos en viáticos, camionetas de lujo, escoltas, viajes, fiestas, privilegios, regalos, burocracia innecesaria o salarios exorbitantes.
Cada peso está comprometido con el mejoramiento y ampliación de la universidad. La institución ha tenido apoyos federales importantes y del gobierno de la ciudad, pero este año los diputados aprobaron reducirle el presupuesto contraviniendo la ley que señala que su financiamiento nunca será inferior al presupuesto del año previo (artículo 23, Ley UACM).
Desde la Asamblea, pero también desde la indiferencia de delegados a los proyectos universitarios de Magdalena Contreras y Milpa Alta, la tensión entre la universidad y la política se incrementa.
Los desencuentros son resultado de lógicas y objetivos muy distintos, y se expresan sobre todo en épocas como ésta, además, electorales. Ahora lo antes apenas intuido, se devela, y el poder, antes disimulado, ahora se ejerce con violencia y cada día, siempre contra los pobres, en un lugar distinto.
Y entonces la crítica universitaria, libre, es uno de los referentes más confiables. La crisis, sin embargo, no es fatalidad. Cuando se construye un proyecto nacional con un poder amplio asentado en reformas sociales progresistas, esas dos lógicas –poder y conocimiento– pueden no sólo coexistir sino servirse la una a la otra y generar prosperidad.
La universidad, por doble partida, porque conoce y porque es sensible al poder, por eso es indispensable, sobre todo la que es diferente, porque añade una nueva visión, un nuevo conocimiento.
*Rector de la UACM
Educación: filtros y vínculos rotos
Alberto Sebastián Barragán*. 
La Jornada. Opinión, 8 de abril de 2017
La educación en México ha establecido la obtención de una carrera como principal punto terminal de la formación y se ha segmentado el camino para obtenerla. La educación previa ha tenido su propia lógica, y se entreteje la continuidad de los niveles educativos hasta llegar a la educación superior.

La educación básica y media superior son obligatorias tanto para padres como para alumnos. Y la superior está delegada a las universidades, los institutos y a instancias particulares. La participación en los procesos de admisión es voluntaria, pero con baja probabilidad de aceptación. Si no se pretende (o no se puede) cursar la educación superior, se ingresa al mercado laboral, con una credencial mínima: el bachillerato.

En el tránsito de la educación básica a la educación superior se van perdiendo espacios, y se va agudizando el problema. El primer reto es garantizar la cobertura. Según datos del Panorama educativo de México 2015 no se ha cubierto a la población en edad escolar. Para valorar las condiciones de la cobertura, existe un indicador que estima el porcentaje de alumnos inscritos según la edad del nivel escolar. Los niños de tres a cinco años (edad de prescolar) están matriculados en 81 por ciento. A pesar de que lleva más de 10 años de ser obligatorio.

Para el caso del nivel primaria, de seis a 11 años, prácticamente está inscrito el ciento por ciento de los niños. De 12 a 14 años, correspondientes al nivel de educación secundaria, hay una matriculación de 96.2 por ciento de adolescentes. Para el bachillerato, los matriculados representan 65 por ciento de los estudiantes en edades de 15 a 17 años.

En una escala de cero a 10, la calificación de la cobertura del sistema educativo sería: prescolar, 8.1; primaria, 10.0; secundaria, 9.6, y bachillerato, 6.5. Aunque sabemos claramente que cantidad no es necesariamente calidad, la tendencia es a la baja, en cobertura, pero también en calidad. Tanto en resultados del Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (Planea) como en los del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (Pisa, por sus siglas en inglés) tenemos números rojos.

A esta cobertura incompleta se agrega la deserción. Del total de la población inscrita en cada nivel, por distintos motivos, se presentan casos de abandono dentro del ciclo escolar (intracurricular) o en el tránsito de uno a otro grado o nivel educativo (intercurricular). En primaria hay deserción de .8 por ciento; en secundaria, de 4.1 por ciento, y en bachillerato, de 15.3 por ciento.

La situación es todavía más grave en educación superior (que ya no es obligatoria), donde la cobertura ha llegado a 36 por ciento, según cifras oficiales. De ellos, no todos terminan la carrera. Y de los que terminan, no todos se titulan. Y de los que se titulan, muy pocos entran a estudios de posgrado.

Los programas de posgrado prácticamente se dividen en dos: los que profesionalizan algunas áreas y los que se especializan en investigación y producción de conocimiento. En gran parte de los programas de posgrado el costo tiene que ser cubierto por el alumno, que trabaja para pagar sus estudios. Y están los posgrados de calidad, ofrecidos por instituciones registradas en el padrón del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Estos programas ofrecen becas mensuales para la manutención de los estudiantes de tiempo completo.

Este es el grupo más selecto de estudiantes de México. Mientras la escolaridad media a escala nacional es de 9.2 años de instrucción, los alumnos de posgrado están matriculados en los distintos niveles educativos durante 20 o más años. Pero la situación se puede agravar más. Con el recorte presupuestal del Conacyt es posible que reduzcan el apoyo para los integrantes de posgrados de calidad.

Los egresados pueden entrar a trabajar, en espacios directamente relacionados con su área o en algunos trabajos de menor vinculación. Y en los casos desfavorables, pueden quedarse entre el 14.5 por ciento de graduados en situación de desempleo.

La idea de que la educación impulsa el desarrollo de nuestro país se convierte en un elogio de la educación superior o en un buen deseo, que no necesariamente retrata la realidad. El trayecto por los niveles educativos equivale a pasar agua de mano en mano. Todo se escurre en el camino, entre la deserción y los filtros de acceso. Hace unos años, Wietse de Vries y Yadira Navarro presentaban una investigación sobre los egresados universitarios, ¿profesionistas del futuro o futuros taxistas?

En su lectura, uno se puede dar cuenta de que el filtro es mayor y diverso, y que obedece a la caprichosa configuración de la educación superior. El modelo económico determina las nuevas reglas laborales en detrimento de derechos y prestaciones, y nos deja ver el vínculo roto entre la educación y el mercado. El sistema educativo es una escalera de niveles en los que cada vez caben menos estudiantes, y cuando éstos egresen, no tienen nada seguro.

* Jefe de redacción de Voces Normalistas

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