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La partida de Sylvia Schmelkes
Lev M. Velázquez Barriga*. La Jornda. Opinión. 22 de abril de 2017.
Sylvia Schmelkes,
socióloga e investigadora reconocida a nivel nacional e internacional,
llegó a la presidencia de la junta de gobierno del Instituto Nacional
para la Evaluación de la Educación (INEE) generando grandes
expectativas. Hasta antes de ocupar el cargo, había cosechado un
prestigio envidiable entre la comunidad educativa. Sin temor a
equivocarme, me atrevo a decir que prácticamente no hay escuela de
educación superior en el ámbito universitario y de la formación docente
que no haya estudiado sus aportaciones en el tema de la
interculturalidad. No es para menos, en un país como México que se
caracteriza por su riqueza pluriétnica.
No obstante, a unos días de terminar su gestión al frente del INEE,
se va, contradiciendo sus propias convicciones intelectuales.
Lamentablemente, lejos de haber implementado un modelo de evaluación
respetuoso de la diversidad regional, cultural y lingüística, impulsó
una propuesta que camina en dirección contraria a estos principios, cuya
lógica orientada hacia la estandarización es invasiva, aculturizadora,
discriminante de los pueblos originarios y reduccionista de los muchos
Méxicos que se expresan en la diversidad social y geográfica, pero
también de las formas varias en que los niños construyen, demuestran e
interiorizan los aprendizajes escolares.Schmelkes fue miembro connotada y reconocida en el medio académico, donde cultivó muchas amistades. Fue integrante del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (Comie), el órgano de mayor prestigio en este campo, de donde emergen los primeros miembros de la junta de gobierno del INEE, ella incluida. Sin embargo, hoy se retira de la presidencia de este organismo desoyendo y faltando a la confianza que sus compañeros depositaron en ella. Su actitud estrecha ante la opinión, muchas veces mesurada, del Comie, provocó la ruptura de un sector de este consejo (que se distanció de ella), con importante presencia en los medios de comunicación, en la opinión pública, credibilidad en el magisterio y las instituciones de gobierno.
La CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación), que siempre ha sido escéptica de la reforma educativa, así como de las personas e instituciones que la instrumentan, confirmó las sospechas iniciales que relacionaban la poca independencia de la consejera presidenta, por sus antecedentes como asesora de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Ecónomico), los cuales marcaron el sometimiento de su gestión a los lineamientos empresariales que promovieron una evaluación para la precarización laboral. Para los profesores que quizás nunca se pensaron involucrados en ninguna actitud de oposición a la reforma, la presidenta se va, dejando en ellos el descrédito y la decepción de quien fue parte de su formación inicial y de su preparación continua. Priva en muchos de ellos la convicción de que, con la evaluación punitiva, les da la puñalada por la espalda, ningunea la profesión docente, desconoce sus años de seguridad laboral y quebranta la satisfacción personal de haber escalado en el mérito a la carrera magisterial.
Sylvia Schmelkes deja resultados mediocres al frente del INEE.
Nunca pudo consolidar un instrumento que superara los errores que
llevaron al examen Enlace a su desaparición. El Plan Nacional para la
Evaluación de los Aprendizajes (Planea) sigue siendo una prueba que hace
tabula rasa de los alumnos. Además, ha padecido dificultades para
aplicarse desde su origen: desde la insuficiencia presupuestal hasta la
carencia de recursos humanos para llegar a un amplio sector. Su impacto
en la interpretación del estatus cognitivo, social y escolar de los
estudiantes no fue el esperado. La prueba internacional Pisa, diseñada
por una institución ajena a lo educativo como la OCDE, es hasta hoy el
principal termómetro para orientar la política gubernamental y se impone
desde los grupos de empresarios nacionales, por encima de la supuesta
autonomía del órgano evaluador reconocido constitucionalmente.
Los fracasos de la socióloga al frente del instituto no son pocos ni
son defendibles. Antes que reconocer la inviabilidad de la reforma no
educativa y la necesidad imperiosa de cambiarla, por sus incongruencias
constitucionales y por las evidentes incapacidades institucionales para
instrumentarla, prefirió violar sistemáticamente la legislación que el
INEE, los empresarios y el gobierno federal promovieron. En lugar de
escuchar el descontento social y el desacato magisterial a la evaluación
antipedagógica, prefirió ignorarlos.
Las omisiones saltan a la vista en sus últimos informes: apenas 10
por ciento de los docentes se han evaluado en tres años. En el mejor de
los casos, la expectativa más optimista prevé que en la última
calendarización en curso la cifra pueda llegar a 20 por ciento. Este
hecho muestra que no se está cumpliendo con la legislación, la cual
establece que en 2018 todos los maestros deberían estar evaluados en un
lapso de cuatro años. Es así como podemos hablar de una muerte lenta de
la reforma. Si accediera a darle un giro más formativo, voluntario y no
castigador a la evaluación, se podría evitar la agonía de los próximos
10 años.
De cara a su retiro, Silvia Schmelkes no puede ignorar que su
investidura quedó manchada con la sangre de los muertos que fueron
víctimas de la evaluación policiaca y militarizada. No puede dejar de
lado que, con su complicidad, fueron despedidos más de 600 maestros que
se negaron a evaluarse en legítima defensa de su derecho a trabajar
dignamente y a no arriesgar el sostén de sus familias (n. del e. y muchos perseguidos y presos políticos).
Seguramente la despedirán en medio de un acto solemne, en el que le
reconozcan sus logros y cualidades. Sin embargo, para los maestros,
normalistas, académicos, padres de familia e intelectuales de bien,
quedará en las páginas de la educación mexicana como anfitriona de una
historia de ineptitudes, fracasos, entreguismos y represiones.
* Doctor en pedagogía crítica
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